El origen del mundo
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| Antes del mar y de las tierras y, el que lo cubre todo, el cielo, | 5 | |
| uno solo era de la naturaleza el rostro en todo el orbe, | | |
| al que dijeron Caos, ruda y desordenada mole | | |
| y no otra cosa sino peso inerte, y, acumuladas en él, | | |
| unas discordes simientes de cosas no bien unidas. | | |
| Ningún Titán todavía al mundo ofrecía luces, | 10 | |
| ni nuevos, en creciendo, reiteraba sus cuernos Febe, | | |
| ni en su circunfuso aire estaba suspendida la tierra, | | |
| por los pesos equilibrada suyos, ni sus brazos por el largo | | |
| margen de las tierras había extendido Anfitrite, | | |
| y por donde había tierra, allí también ponto y aire: | 15 | |
| así, era inestable la tierra, innadable la onda, | | |
| de luz carente el aire: ninguno su forma mantenía, | | |
| y estorbaba a los otros cada uno, porque en un cuerpo solo | | |
| lo frío pugnaba con lo caliente, lo humedecido con lo seco, | | |
| lo mullido con lo duro, lo sin peso con lo que tenía peso. | 20 | |
| Tal lid un dios y una mejor naturaleza dirimió, | | |
| pues del cielo las tierras, y de las tierras escindió las ondas, | | |
| y el fluente cielo segregó del aire espeso. | | |
| Estas cosas, después de que las separó y eximió de su ciega acumulación, | | |
| disociadas por lugares, con una concorde paz las ligó. | 25 | |
| La fuerza ígnea y sin peso del convexo cielo | | |
| rieló y un lugar se hizo en el supremo recinto. | | |
| Próximo está el aire a ella en levedad y en lugar. | | |
| Más densa que ellos, la tierra, los elementos grandes arrastró | | |
| y presa fue de la gravedad suya; el circunfluente humor | 30 | |
| lo último poseyó y contuvo al sólido orbe. | | |
| Así cuando dispuesta estuvo, quien quiera que fuera aquel, de los dioses, | | |
| esta acumulación sajó, y sajada en miembros la rehizo. | | |
| En el principio a la tierra, para que no desigual por ninguna | | |
| parte fuera, en forma la aglomeró de gran orbe; | 35 | |
| entonces a los estrechos difundirse, y que por arrebatadores vientos se entumecieran | | |
| ordenó y que de la rodeada tierra circundaran los litorales. | | |
| Añadió también fontanas y pantanos inmensos y lagos, | | |
| y las corrientes declinantes ciñó de oblicuas riberas, | | |
| las cuales, diversas por sus lugares, en parte son sorbidas por ella, | 40 | |
| al mar arriban en parte, y en tal llano recibidas | | |
| de más libre agua, en vez de riberas, sus litorales baten. | | |
| Ordenó también que se extendieran los llanos, que se sumieran los valles, | | |
| que de fronda se cubrieran las espesuras, lapídeos que se elevaran los montes. | | |
| Y, como dos por la derecha y otras tantas por su siniestra | 45 | |
| parte, el cielo cortan unas fajas -la quinta es más ardiente que aquéllas-, | | |
| igualmente la carga en él incluida la distinguió con el número mismo | | |
| el cuidado del dios, y otras tantas llagas en la tierra se marcan. | | |
| De las cuales la que en medio está no es habitable por el calor. | | |
| Nieve cubre, alta, a dos; otras tantas entre ambas colocó | 50 | |
| y templanza les dio, mezclada con el frío la llama. | | |
| Domina sobre ellas el aire, el cual, en cuanto es, que el peso de la tierra, | | |
| su peso, que el del agua, más ligero, en tanto es más pesado que el fuego. | | |
| Allí también las nieblas, allí aposentarse las nubes | | |
| ordenó, y los que habrían de conmover, los truenos, las humanas mentes, | 55 | |
| y con los rayos, hacedores de relámpagos, los vientos. | | |
| A ellos también no por todas partes el artífice del mundo que tuvieran | | |
| el aire les permitió. Apenas ahora se les puede impedir a ellos, | | |
| cuando cada uno gobierna sus soplos por diverso trecho, | | |
| que destrocen el cosmos: tan grande es la discordia de los hermanos. | 60 | |
| El Euro a la Aurora y a los nabateos reinos se retiró, | | |
| y a Persia, y a las cimas sometidas a los rayos matutinos. | | |
| El Anochecer y los litorales que con el caduco sol se templan, | | |
| próximos están al Céfiro; Escitia y los Siete Triones | | |
| horrendo los invadió el Bóreas. La contraria tierra | 65 | |
| con nubes asiduas y lluvia la humedece el Austro. | | |
| De ello encima impuso, fluido y de gravedad carente, | | |
| el éter, y que nada de la terrena hez tiene. | | |
| Apenas así con lindes había cercado todo ciertas, | | |
| cuando, las que presa mucho tiempo habían sido de una calina ciega, | 70 | |
| las estrellas empezaron a hervir por todo el cielo, | | |
| y para que región no hubiera ninguna de sus vivientes huérfana, | | |
| los astros poseen el celeste suelo, y con ellos las formas de los dioses; | | |
| cedieron para ser habitadas a los nítidos peces las ondas, | | |
| la tierra a las fieras acogió, a los voladores el agitable aire. | 75 | |
| Más santo que ellos un viviente, y de una mente alta más capaz, | | |
| faltaba todavía, y que dominar en los demás pudiera: | | |
| nacido el hombre fue, sea que a él con divina simiente lo hizo | | |
| aquel artesano de las cosas, de un mundo mejor el origen, | | |
| sea que reciente la tierra, y apartada poco antes del alto | 80 | |
| éter, retenía simientes de su pariente el cielo; | | |
| a ella, el linaje de Jápeto, mezclada con pluviales ondas, | | |
| la modeló en la efigie de los que gobiernan todo, los dioses, | | |
| y aunque inclinados contemplen los demás vivientes la tierra, | | |
| una boca sublime al hombre dio y el cielo ver | 85 | |
| le ordenó y a las estrellas levantar erguido su semblante. | | |
| Así, la que poco antes había sido ruda y sin imagen, la tierra | | |
| se vistió de las desconocidas figuras, transformada, de los hombres. | | |